Una mirada de mujer real al retrovisor, mientras el Covid-19 transforma el mundo.

El neoliberalismo surge como reacción a la intervención del Estado, siendo este  garante de una mayor justicia social, en teoría esa era su misión, que con el tiempo se convirtió en una máscara que favorece a los más ricos y esclaviza a los vulnerables de la clase trabajadora.

También este modelo económico convirtió la mujer en un producto de consumo en mercados internacionales con cadenas de prostitución las cuales con el apoyo de los medios de comunicación globalizaron el mercado sexual, al tiempo los medios para mostrar cifras en rating usan en sus contenidos, portadas y pantallas la figura de la mujer como “objeto sexual” y abusan de los estereotipos sexistas.

Dentro de este sistema neoliberal y sus políticas de austeridad hablar de pobreza, desigualdad, equidad de género y de las consecuencias sociales que esto implica es trasladarnos en el tiempo a la posguerra en donde este sistema capitalista se convirtió en una ola avasalladora y perversa frente a la explotación jugando con la condición de supervivencia de muchos y sumergiéndose en la lucha de clases.

Hoy, en plena pandemia el neoliberalismo ha fracasado. Sin embargo ferozmente ha quitado mascaras de quienes se proclaman empresas sociales, cuyo único interés es obtener ganancias, siendo en realidad son reflejo de mezquindad. Los Bancos en varios países de Latinoamérica pero en especial en Colombia como parásitos consumieron durante la crisis recursos del gobierno negando completamente la inversión social y el apoyo a lo menos favorecidos.

El lema “quédate en casa” ha sido un verdadero viacrucis para la mujer en tiempo de pandemia pues se ve obligada a estar 24/7 con su maltratador siendo  golpeada, violada, asesinada y maltratada ante el silencio de estados que carecen de políticas públicas reales que defiendan la integridad y los derechos fundamentales del sexo femenino. Mientras algunos países dicen invertir millones de dólares para restaurar la equidad de género, las cifras dejan en evidencia que todos los programas sociales han fracasado por un sistema global donde el mercado gobierna y la mujer es un producto.

Es inaceptable, que en los países de Latinoamérica y África la mujer siga siendo víctima de desaparición forzada como en Perú, violada por grupos al margen de la ley como en Colombia y prostituida por redes internacionales como lo hacen con numerosas mujeres de Centroamérica. La equidad de género se refiere a la igualdad de condiciones, para empezar las leyes deben ser reales y no hipócritas desde el pensamiento machista que busca los votos de la mujer.

La llegada del Covid-19 está mostrando con fuerza una realidad absurda a nivel global maquillada por muchos años, sin duda rasgo la máscara del  feroz sistema que ha violentado la dignidad humana y a la mujer; pero su llegada como toda crisis de no ser una utopía se puede convertir en una fortaleza como un renacer y desde este escenario empezar a construir una economía más inclusiva y sostenible, que beneficie a toda la sociedad y no solo a los dueños de empresas o del capital.

Pues en el equilibrio natural de la vida y en la esencia del ser no existe diferencia de género, todos somos iguales, somos el alma del mundo. La principal virtud en un colectivo con diversidad de genero esta en comprender que el valor es más importante que el precio y que el Ser es más valioso que el tener.

Por Albita Neira

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