Por Agencia CEPROVYSA.COM

Chilpancingo, Guerrero.

Ahora no fue la suspensión de la ley que cede su lugar a Usos y Costumbres, fue la propia ley que hizo valer la prudencia y evitó la socializacion en una ceremonia ancestral de petición de lluvias, la pelea de Tigres en Zitlala Guerrero En Zitlala los varones crecen con la idea de un día vestir un traje de Tigre, colocarse una máscara de jaguar, anudarse un látigo de mecate en la cintura y enfrascarse en una pelea donde no interviene la autoridad, sólo ellos, los varones, niños, adolescentes, adultos de la tercera edad que se enfrentan a puño limpio hasta sacarse sangre que representa su ofrenda.

El sonido del Teponaxtle los acompaña en una peregrinación que sale de la casa del Mayordomo, va a la Parroquia de San Nicolás Tolentino hasta el Cerro Cruzco. Mientas los demás pobladores, al lado de las autoridades y un gran número de visitantes, se reúnen en la plaza central para seguir el insólito enfrentamiento que hace de los golpes la plegaria para pedir lluvia a fin de que la fertilidad de los campos se convierta en alimento para la población nahua. Este año una pandemia cambió las formas.

Para evitar el arribo de visitantes, los transportistas locales dejaron de prestar servicios. El Ejército Mexicano, la Guardia Nacional, la Policía Estatal, la Policía Municipal y la Policía Comunitaria vigiló la Pelea de Tigres, pocos, que se liaban a golpes tras las vallas metálicas y ciclónicas colocadas para frenar la violación a las disposiciones de guardar la cuarentena para evitar contagios de Covid-19. Éste año el huentli fue distinto, pero no la intención.